miércoles, 14 de noviembre de 2007

Bienaventurados los que…


Verdaderamente nada
se puede descartar
aquí que todos se afanan
imperiosamente
en mirar cada vez desde más alto
aquí donde la orquesta no ha parado
ni un minuto de sonar
y nada ha sido todavía prohibido
a pesar de tanta flor
que crece en las alcantarillas
o debajo de los zapatos

Verdaderamente
ya no creemos en nada
de lo que sale de nuestras bocas
ni en el amor debajo de las arboledas
ni mucho menos en la venida del Mesías


No osamos siquiera
a pertrecharnos
frente al enemigo ciego
que asoma cada tanto de nosotros
para sacarnos la cuenta
de lo que nos va quedando
para evaluar nuestro desempeño amargo
a la hora en que nos hacen
la última goleada

Bienaventurados los que gimotean
y han dejado ya de venerar
la inocuidad del rey
Bienaventurados los que limosnean
porque a ellos no les basta
sino la mayor propina del universo
la estrella matutina
la más incorregible de las noches
el perfecto azar imperecedero

No nos queda más
que aceptar este destino óseo
y tristemente fragmentado
hecho a la medida de lo que ha quedado
guardado para siempre en las bodegas
del destino
al amparo sincero de nuestros muertos
y los recién llegados

Buscaremos luego
las ansias de seguir siendo
No habrá ya fatiga
sobre nuestros cansados hombros
La risa será el fuelle
con que tamizaremos la desdicha
de unos cuantos
La lluvia será una lista imperfecta
en el camino desecho
de nuestras peores atribulaciones

Los bienaventurados seremos
como la energía contenida de las ánimas
que pueblan la memoria
tras el registro sospechoso que yace
a toda promesa impopular
como la brizna alimenticia que emerge
en el campo
cuando la cosecha de los pobres
ha sido el éxito de los patrones
cuando la furia desatada de los fiordos
antes de hundirse para siempre
revela nuestro puesto
de avanzada
respecto de la noche
y su órbita virulenta
respecto del día y su ruido
imposible de escatimar

Buenos Aires, 28 de noviembre de 2006

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