sábado, 24 de noviembre de 2007

No hay edad

Como los niños
dibujar en la arena la inocencia
olvidar todo rencor
pues de ellos no se vive

Adulto es quien odia a su prójimo
en nombre de la ley
sin importarle el destino que éste corra
Adulto es quien desata los nudos
del temor y el desasosiego
con que otros aprenden a vivir
sin culpa ni desdicha
El que no se detiene a mitad de camino
ni descansa bajo la sombra del bosque
porque le teme a los insectos en verano
y no hay siquiera una luciérnaga
que encienda su corazón

Como los niños
comer mis propios lápices y papeles
aguantar el miedo a los fantasmas
aferrarme a ellos
como ventisca
a la roca
en el mar
Como los niños
sospechar de la luz roja
en vez de huir despavorido
reflexionar cuando tiembla la tierra
reírme de las peores ofensas
cultivarme en ellas hasta volverme como las tapias
callado
silencioso como costal de trigo
cansado y mustio como viejo ropero
febril como barco que perdió el rumbo

Como adulto volver a sembrar
el aburrimiento
ver como la edad nos embrutece

Es septiembre y continúa aún la lluvia
Parecemos racimos a punto de caer
El aire nos aplasta
El viento de a poco nos vence

Un árbol profundo es el niño
y la tierra que lo sujeta va plantada a nosotros
como la grama a su mayor escondrijo

No hay edad verdadera
para sentirse aferrado a la vida
todo tiempo es un viaje indeclinable
por los molinos de la existencia

Apenas atravesamos el umbral de la noche
volvemos de nuevo a huir a los bosques de la memoria
a plantar silencios para que no nos digan nada

Ser niño
para ventilar la ira depositada
en los juegos de los grandes
Ser adulto
para contar pétalos
en busca de la magia
con que se quema el firmamento

Tan profundo y grávido a la vez
es el paso del tiempo
surcando nuestros matorrales
arrastrando las piedras que horadan nuestros ríos

El silencio cubre el mundo
sin que nadie se de cuenta
Nada más que espuma
irradian nuestros corazones.

Buenos Aires, 25 de marzo de 2007

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